¿Quiénes son los enemigos del periodista?
Parte
de la ponencia de nuestro director general, Rey Néquiz Villalba
Por:
Gloria Martínez B.
Hoy en día, el ejercicio
del periodismo en nuestro país requiere de un mayor esfuerzo profesional que
esté comprometido con la sociedad y no para proteger intereses de la “alta
escuela de la criminalidad”. El ejercicio de quien lo ejerza deber de ser con
ética, responsabilidad social, honorabilidad y valor”.
Actualmente, el quehacer
periodístico es visto por la sociedad civil, desde dentro y desde fuera, como
una obsesión del hombre por informar, la necesidad objetiva de conocer los
instrumentos para narrar los hechos cotidianos.
El periodismo, al ser la
más humilde y desinteresada de las actividades cognoscitivas del ser humano,
tras aportar el humus, la savia, el lubricante y la energía con las que el
resto de la actividad humana, de un modo capaz, tenaz y con absoluta
responsabilidad puede funcionar, hasta cumplir con su objetivo a favor de la
sociedad, explica Rey Néquiz Villalba.
Egresado de la UNAM,
dijo que “tal y como lo reconoce Juan
Luis Cebrián, en su libro, La Prensa y la calle, “el periodismo es una
profesión difícil y no exenta de pecados. Está llena de ideólogos e iluminados con ganas de ser santos y
generales, políticos y artistas, deseosos de conocerlo todo, machacarlo todo,
seducir mujeres, alternar indistintamente con tahúres o con ministros, jugar al
comisario, al espía, al escritor y uno que otro intelectual”.
Cebrián escribió “hay
entre nosotros aventureros, burócratas, funcionarios, payasos, sumos
pontífices, aguafiestas y algún rompedor de escapularios”. Donde, la profesión
del periodista es multifacética, aventura, estatus, prestigio y fama.
Son en sí las
peculiaridades en la cara ideal, presión, tensión, preocupación constante, es
una visión más aproximada a la realidad. De vocación y alegrías, de
tribulaciones y sacrificios, de penurias y dolores se puede hablar en todas las
profesiones.
Coincide nuestro
director, Néquiz Villalba “pero en el periodismo, como en muy pocas otras, se
requiere de algo más, intangible e inexplicable, que levanta de entre el más
grande abatimiento y el revés más penoso, por encima de las frustraciones y las
humillaciones, agresiones, asaltos y represión, porque más allá de todo está una irrefutable
determinación por divulgar lo que acaba de descubrirse. Ese impulso le permite
a un periodista sobreponerse y vencer cualquier adversidad. Pero la lucha debe
ser permanente y continúa”.
De igual manera, reconoce que el periodismo en su peregrinar
diario es también un ejercicio de osadía, inteligencia y audacia, de mentes
rápidas y acciones fugaces, quienes marcan su destino algunos escogen quedarse
en la mediocridad con mentes asalariadas y los que quisieron y luchan por salir
de la mar de los muchos, tras ofrecer una mayor iniciativa intelectual
creatividad con independencia.
Al tiempo que hizo
referencia a los conceptos que maneja John C. Merril, en su libro “El Imperativo
de la libertad”, donde “los periodistas piensan como individualistas, se ven
así mismo como críticos sociales pero aceptan mal la crítica; hablan de
objetividad mientras reflejan al mundo – que los rodea - a través de un prisma de unidad; hablan de
noticias sin saber realmente lo que es; se ven a asi mismo como adversarios del
gobierno sin saber por qué deberían serlo”.
También de Raymundo Riva
Palacio, quien describe en su obra “Más allá de los límites”, el periodista con
responsabilidad social debe de ser personas honestas, entendiéndose por
honestidad un valor integral que tiene que ver fundamentalmente con un
comportamiento y una actitud frente a la vida. No sólo significa permanecer
ajeno a los circuitos de la corrupción que plagan al periodismo mexicano,
además implica responsabilidad para con los receptores de la información y
escrupulosidad y rigor en el trabajo.
Subraya que se
convierten, sus protagonistas, en abyectos mediante la adulación o la venta de
su conciencia, tal y como lo hacen los actuales columnistas, editorialistas,
articulistas, analistas y reporteros a sueldo y defensores de la ideología de
un partido político, al grado de imponer como su “código” de la corrupción el
soborno. En algunos casos hacen gala del tráfico de influencias para conseguir
cualquier trámite, es decir que se convierten en verdaderos “coyotes”.
Otra forma de corrupción
del periodismo, es la distribución de la publicidad. Por esa vía, dice Riva
Palacio en su ensayo “La prensa y el estado: los caminos de la sujeción,
“políticos y jefes de prensa tratan de controlar y manipular la información y
la partida presupuestal,
La enajenación de los
“empleados” de los gobiernos y conformados en una “secta mafiosa”, convierten
las diferentes oficinas de comunicación social en empresa privadas, para
imponer el criterio de su patrón de esconder la información.
Afirma, Néquiz Villalba
“hay que aclarar que el 99 por ciento de las empresas mercantilistas del
periodismo, sus empleados obtienen una comisión entre 5 y 15 por ciento por la
publicidad que logran contratar en las fuentes que cubren; aquellos reporteros
que no suelen arriesgar la pérdida de esos ingresos, en tal forma que prefieren
omitir toda información adversa a la dependencia que les da publicidad”.
Tal y como lo explica
Riva Palacio, “está fuente no describe
que en México la mayoría de los medios televisivos, radiales e impresos no
viven para sus lectores, no son el espejo de la sociedad ni el puente entre
gobernantes y gobernados, son simplemente el medio por lo cual la clase
política se intercambian mensajes. Esto es cotidiano entre los diversos entes
políticos del país”.
En este panorama, asegura que el periodismo se acomodó a la
convivencia con y para el gobierno a cambio de dádivas, prebendas y privilegios.
Sin embargo, los medios de comunicación independientes representan uno de los
pilares de todo sistema democrático, pues sin ellos los regímenes no cuentan
con un dispositivo que les permita ver sus errores para luego corregirlo.
Los medios de comunicación
constituyen un espejo de la sociedad y, a la vez, sirven de puente entre
gobernantes y gobernados. Su ruptura impide un diálogo vertical y horizontal, y
provoca sólo un monólogo de arriba hacia abajo, que es lo que se ha venido
dando en México, indica.
Su función del
periodista no es tomar partido, lo cual supone dejar de tener una posición
determinada, porque el partidismo anula el equilibrio y el balance en las
técnicas de reportear y de redactar, los perjuicios quitan claridad a los juicios,
toda vez que no puede ser juez y parte. A todo esto combinado le reste
credibilidad al trabajo de un reportero. Credibilidad es lo más difícil de construir,
y lo más fácil de perder, dice.
Además se recomienda
nuestro editor, Rey Néquiz que al revertir
esa tendencia es responsabilidad directa de los periodistas, que son quienes
hacen vivir a los medios. En este sentido, ningún periodista debe de trabajar o
realizar actividades fuera de la empresa en que labora, cuando representa un
conflicto de intereses, se convierte en “empleado”, recibe dinero de la “ubre
presupuestal”, a quien la sociedad le debe de exigir que cumpla con su tarea de
atender a la población, que para eso le pagan y no realizar trabajo en horas de
su horario, de lo contrario se convertirá en un periodistas vividor y corrupto.
Subraya que la
existencia de la corrupción y los nexos con banda de criminales de los
periodistas no puede ser ocultada; se esconden a través de nóminas disfrazadas,
venta de noticias y soborno, ha sido promovida por las propias autoridades y
existirá mientras sea permitida y alentada, por lo cual se requiere un
compromiso ético tanto de las autoridades como de los medios de comunicación y
otros actores que contribuyen a que la corrupción entre periodistas persista.
Así mismo,
Néquiz Villalba precisa “que cómo
otro marco de referencia de la enajenación del periodismo que se ejerce en el
Estado de México, el 90 por ciento de los reporteros, corresponsales y
editores, son totalmente iletrados; sí a caso un porcentaje de ellos terminó la
primaria, su perfil profesional va desde ser mecánico, hojalatero, pintor con
brocha, vendedor de tacos, rateros vulgares, albañil, policía municipal y
judicial, carnicero y macuarro, lenón – tratante de blancas -, traficantes de tierras,
vendedores ambulantes, contrabandistas, reclusos, desvalijadores de carros, ex
voceadores mediocres, secuestradores, defraudadores, despojadores de casas
habitación y de terrenos.
Tales honorables,
corresponsales, editores y periodistas, se dedican al chantaje, la extorsión y
a brindarles protección a sus socios ligados al crimen organizado. Además, su
relación con el gobierno está diseñada para corromper y denigrar el periodismo
mexiquense, con la consigna de otorgarles dádivas publicitarias, para denigrar
la imagen y profesionalismo de los entes comprometidos con la sociedad.
Ante este fenómeno, afirma
el enemigo del periodista no es el gobierno, son los “iletrados”, “mercenarios”
y “libertinos” que se dedican más a corromper tan noble profesión y que a
través de su prepotencia “manchan”, “pisotean” la imagen del periodismo, esa
imagen que lo liga con el crimen organizado y partidos corruptos, y por lo cual
ya no debe de haber impunidad de los periodistas que se dedican a cometer actos
fuera de la Ley.
Desde esta perspectiva
se reconoce el desprestigio social y la falta de credibilidad generada por
periodistas deshonestos y medios de comunicación cuya ética es cuestionable. Es
necesario exigir castigo ejemplar para los delitos en contra de los periodistas
y garantías de la libertad de expresión plena sería incongruente si no
demandamos el mismo rigor en contra de los periodistas que violen la ley,
indicó. Además, dijo “censuramos la impunidad en cualquier ámbito y exhortamos
a quienes se sientan agraviados por las actuaciones de periodistas a que
denuncien y hagan público tales hechos”.
Así, los periodistas se
prenden tenazmente a viejos clichés y prácticas periodísticas, se rehúsan a
liberarse a sí mismo de tendencias reaccionarias al cambio y sus bocas se
llenan de palabras huecas acerca de la santidad de la libre expresión, el
periodismo se está volviendo despersonalizado, un monstruo mecánico, cada vez
más controlado por fuerzas externas y la mayoría de los de los periodistas
parecen no saberlo o no importarles.
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