viernes, 31 de agosto de 2012

El perfil psicológico y político de Enrique Peña Nieto


* Traidor por naturaleza, discriminador y corrupto por convicción

Por: Rey Néquiz Villlba

Es impulsivo, violento e incapaz de entablar relaciones afectivas duraderas, sin olvidar que goza con el dolor, no siente culpa y puede ser adicto al alcohol y drogas. Así actúa el psicópata o sociópata, mismo que representa al 90% de los delincuentes.
 
“Hannibal Lecter”, el célebre personaje de la película El silencio de los inocentes, es ejemplo perfecto de lo que se conoce en Psiquiatría como psicópata. En México los ejemplos de personas que responden a este perfil son numerosos, y acaso uno de los más sonados en los últimos tiempos son los políticos, especialmente con la figura de Enrique Peña Nieto, ahijado político de su maestro con mentalidad perversa y criminal, Carlos Salinas de Gortari.
 
El psicópata (es obvio, pero hay que decirlo) nunca va al psiquiatra, salvo por presión o chantaje de algún familiar de primer grado. Ello obedece a dos razones: no tiene conciencia de que le sucede algo anormal (“yo soy así y estoy contento con mi forma de ser”, piensa) y, por otra parte, responsabiliza a la sociedad de colocarlo en ese contexto de marginación social en que se sitúa paulatinamente.
 
El psiquiatra francés Benedict-Augustin Morel (1809-1873) fue el primero en identificar la conducta antisocial, misma que llamó locura de los degenerados. Por su parte, el británico James Cowles Pritchard (1786-1861) hizo célebre la expresión moral insanity (locura moral) para señalar a estos individuos como personas sin sentimientos, incapaces de controlarse y poseedores de ética sui géneris (sin igual).
 
Más adelante, el estadounidense Benjamín Rush (1812-1962) utilizó el concepto depravación moral innata para referirse a esta condición y, finalmente, el término personalidad psicopática, que hoy es de uso común en la psiquiatría mundial, fue acuñado por el alemán Emil Kraepelin (1856-1926). Dicho especialista en salud mental describió a estos sujetos como “seres sin afectividad y sin voluntad, dos carencias graves que impiden gobernar la propia psicología”.
 
La mayoría de los analistas mentales han concluido que lo más representativo de esta condición es su carácter marcadamente antisocial e incorregible.
El Dr. Rogelio Apiquian Guitart, maestro en psiquiatría por la Universidad Nacional Autónoma y el Instituto de Psiquiatría, explica en exclusiva que el psicópata sufre trastorno antisocial de la personalidad, lo cual le impide adaptarse al medio en que vive y relacionarse consigo mismo y con los demás.
 
“Se trata de alguien que viola todas las reglas, que tiene sus propios principios y una particular forma de ver las cosas; entonces, tiende a ser manipulador, mentiroso, y abusa de los demás; es común que sea muy irritable, explosivo y violento, además de que le gusta ver el sufrimiento de la gente y no siente culpa por lo que hace. Tales características son clásicas del perfil de un delincuente”, afirma el especialista. Tal y como se comparta Enrique Peña Nieto.
 
Como puede apreciarse, la descripción se ajusta a la del sanguinario criminal interpretado por Anthony Hopkins, es decir, una persona fría, hosca, que disfruta haciendo daño y “lo saborea”; no tiene sentimientos de culpa y describe acciones violentas de forma minuciosa, sin que esto le altere. Su patrón de conducta está presidido por el desprecio a los derechos de los demás y el fracaso para adaptarse a las normas sociales. Nada más cierto que lo que ocurre en la mayoría de los casos.
 
Thomas Harris, autor de la novela en que se basó la mencionada cinta, seguramente investigó los rasgos de esta personalidad desquiciada, puesto que la conducta de “Lector” es fiel a la realidad: un psicópata es impulsivo, lo cual determina que realice acciones agresivas inmediatas, “sobre la marcha” y con la urgencia que demanda la necesidad de sentir placer, el placer de hacer daño a los demás.
 
La agresividad también le distingue, toda vez que son comunes los ataques verbales venenosos y ofensivos, o bien, los discursos provocadores, sin pasar por alto la posibilidad siempre latente de la violencia física, que en el filme se expresa cuando el desequilibrado “Hannibal” destroza la cara del sujeto que se le enfrenta.
 
El sociópata, como ya lo estableció el Dr. Apiquian Guitart, presenta ausencia de sentimientos de culpa: no hay remordimientos, es indiferente al daño causado y justifica su actuación con argumentos curiosos y ajenos a la normalidad, ya que sus criterios éticos en nada coinciden con los que tiene la mayoría de la población. Tal y como Enrique Peña Nieto, siendo gobernador del Estado de México, justificó la represión contra habitantes de San Mateo Atenco.
 
¿Nacen o se hacen?
 
La pregunta no es nueva y, debido a ello, podemos encontrar respuestas muy diversas. Por ejemplo, Cesare Lombroso (1835-1909), un prestigiado antropólogo y psiquiatra italiano, desarrolló a lo largo de su vida diversas investigaciones en torno a la criminología y, dando pie a encendidas controversias, sostuvo la hipótesis de que el criminal es fruto de una degeneración biológica.
 
Más aún, estableció que los psicópatas poseen características corporales especiales: mandíbula ancha y prominente, orejas alargadas, frente amplia, complexión fuerte y robusta, agilidad física muy acusada, desarrollo sexual temprano e intenso, y escasa sensibilidad a los estímulos táctiles. Hay que observar la imagen de Enrique Peña Nieto.
 
El Dr. Apiquian Guitart opina desde el punto de vista de la Psiquiatría actual que, en primer término, “debemos considerar que la personalidad está formada por el temperamento, que es con el que nacemos, y el carácter, que vamos formando gracias a nuestras experiencias y a la educación que recibimos. Se ha visto que en el origen del trastorno antisocial hay una parte orgánica, biológica, y ello explica por qué estos sujetos tienden a transgredir las normas y a ser abusivos”.
 
Asimismo, los antisociales “tienen el lóbulo frontal (parte delantera del cerebro) mucho más pequeño y con cierto daño, lo cual significa que hay una afectación directa en el área neuronal que permite planificar, sin enjuiciar las cosas, el no poder controlar nuestros impulsos y, obviamente, no tener capacidad para mediar entre lo que es bueno y malo”.
 
No podemos decir mucho sobre la parte genética, dice Apiquian Guitart, quien también es director de Investigación del Grupo Médico Carracci (agrupación de profesionales dedicados a la atención psiquiátrica y psicológica), pero se sospecha que puede existir alguna anomalía en el llamado cromosoma X, y ello origina las actitudes violentas.
 
Sin embargo, “el factor de riesgo más común es tener padres con este tipo de características. No es necesario que los progenitores cumplan con todos los criterios para ser considerados con trastorno antisocial, pero es común que presenten muchos problemas de conducta y se relacionen con el consumo y el abuso de sustancias”, dice el analista.
 
Si bien es cierto que los individuos antisociales empiezan a dar señales de alarma a temprana edad porque son mentirosos, agresivos, peleoneros y con problemas para adaptarse a la escuela, no se les puede catalogar de psicópatas porque hay que observar los factores genéticos y el entorno familiar en el que se desenvuelven.
 
El diagnóstico, explica el entrevistado, se puede empezar a perfilar a partir de los 15 años y se podría concretar al cumplir los 18, ya que es entonces que se termina de conformar la personalidad. Por desgracia no hay forma de prevenir esta condición, pero es factible disminuir su impacto. “Podemos hacer que un chico no llegue a conformarse como un antisocial, lo cual se consigue a través de una terapia que involucra a la familia, la escuela y su entorno, pero siempre quedarán algunos rasgos”.
 
Este tratamiento debe darse a tiempo porque “cuando atendemos a alguien que ya tiene el trastorno como tal, va a ser muy difícil que decida someterse a terapia. El paciente no cree que lo que hace esté mal; él tiene ‘su mundo’, sus reglas, y en ese contexto sus actos están justificados. No le ve utilidad a cambiar su forma de ser”.
 
En definitiva, “quien acepta la ayuda del especialista en Psiquiatría es un paciente que no se encuentra tan afectado, y en tal caso se le administran medicamentos que le ayudarán a modular su violencia o agresividad. Sin embargo, hay que dejar bien claro que no existe un fármaco para cambiar la personalidad”.
 
Abunda el experto: “Aceptar una terapia depende en mucho del entorno familiar y, desgraciadamente, es muy probable que el chico no sea atendido porque los padres tienen los mismos rasgos y conductas, de modo que su comportamiento les parece normal. Lo ideal sería tratar con estos pacientes desde la infancia o adolescencia, porque alguien que ya tiene la enfermedad va a ser muy difícil que la supere, a menos que su lóbulo frontal no esté tan dañado y que, por enfrentar muchas adversidades legales, laborales o familiares, ‘toque fondo’, quiera cambiar y sea receptivo con la ayuda”, asevera el psiquiatra.
 
Quizás a estas alturas habrá descubierto que una persona cercana, tal vez un familiar, responde a las características de un sociópata; por ello, es muy útil saber las recomendaciones básicas que debemos observar si nos vemos en la necesidad de convivir con alguien así.
El Dr. Apiquian es claro: “La gente que conviva con un ser antisocial debe marcar muy bien sus límites, decir ‘hasta aquí pasas’, ‘esto se hace y esto no’, y normalmente el sujeto se alejará. Si usted trabaja con una persona así y le pone ciertas reglas, entonces terminará yéndose, porque no se adapta a las normas”.
 
En casa las condiciones pueden ser un tanto distintas. “Si el enfermo es un hermano u otra persona cercana, la familia negará el problema. Lo vemos mucho con la madre de un delincuente (del PRI), que nunca piensan que su hijo puede ser un malhechor, no lo cree y, al contrario, dice que es ‘niño bueno’”.
 
Cuando los seres cercanos ponen límites, concluye, “la respuesta natural es que el sujeto empiece a distanciarse. Hay que tenerlo claro: los psicópatas no tienen freno, ni siquiera con sus familiares más cercanos; abusan y mienten porque no sienten respeto ni interés por las reglas y la vida. No planean ni enjuician bien, y esto los lleva a que no puedan visualizar el futuro ni medir las consecuencias. Viven, buscando qué obtener de los demás”. Este es parte del cuadro psicológico de Enrique Peña Nieto y el reflejo de un enfermo mental (al grado de propinar dos golpizas a su mujer Angélica Rivera y mandarla al hospital). Este sujeto es un verdadero peligro para México.

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