* Traidor por naturaleza, discriminador y corrupto por convicción
Por: Rey Néquiz Villlba
Es impulsivo, violento e
incapaz de entablar relaciones afectivas duraderas, sin
olvidar que goza con el dolor, no siente culpa y puede
ser adicto al alcohol y drogas. Así actúa el psicópata
o sociópata, mismo que representa al 90% de los delincuentes.
“Hannibal Lecter”, el
célebre personaje de la película El
silencio de los inocentes, es ejemplo perfecto de lo que se conoce
en Psiquiatría como psicópata. En México los ejemplos de personas que responden
a este perfil son numerosos, y acaso uno de los más sonados en los últimos
tiempos son los políticos, especialmente con la figura de Enrique Peña Nieto,
ahijado político de su maestro con mentalidad perversa y criminal, Carlos
Salinas de Gortari.
El psicópata (es obvio,
pero hay que decirlo) nunca va al psiquiatra, salvo por presión o chantaje de
algún familiar de primer grado. Ello obedece a dos razones: no tiene conciencia
de que le sucede algo anormal (“yo soy así y estoy contento con mi forma de
ser”, piensa) y, por otra parte, responsabiliza a la sociedad de colocarlo en
ese contexto de marginación social en que se sitúa paulatinamente.
El psiquiatra francés
Benedict-Augustin Morel (1809-1873) fue el primero en identificar la conducta
antisocial, misma que llamó locura de los degenerados. Por su parte, el
británico James Cowles Pritchard (1786-1861) hizo célebre la expresión moral insanity (locura moral) para
señalar a estos individuos como personas sin sentimientos, incapaces de
controlarse y poseedores de ética sui
géneris (sin igual).
Más adelante, el
estadounidense Benjamín Rush (1812-1962) utilizó el concepto depravación moral
innata para referirse a esta condición y, finalmente, el término personalidad
psicopática, que hoy es de uso común en la psiquiatría mundial, fue acuñado por
el alemán Emil Kraepelin (1856-1926). Dicho especialista en salud
mental describió a estos sujetos como “seres sin afectividad y sin
voluntad, dos carencias graves que impiden gobernar la propia psicología”.
La mayoría de los
analistas mentales han concluido que lo más representativo de esta condición es
su carácter marcadamente antisocial e incorregible.
El Dr.
Rogelio Apiquian Guitart, maestro en psiquiatría por la Universidad Nacional
Autónoma y el Instituto de Psiquiatría, explica en exclusiva que el psicópata
sufre trastorno antisocial de la personalidad, lo cual le impide adaptarse al
medio en que vive y relacionarse consigo mismo y con los demás.
“Se trata de
alguien que viola todas las reglas, que tiene sus propios principios y una
particular forma de ver las cosas; entonces, tiende a ser manipulador,
mentiroso, y abusa de los demás; es común que sea muy irritable, explosivo y violento,
además de que le gusta ver el sufrimiento de la gente y no siente culpa por lo
que hace. Tales características son clásicas del perfil de un delincuente”,
afirma el especialista. Tal y como se comparta Enrique Peña Nieto.
Como puede
apreciarse, la descripción se ajusta a la del sanguinario criminal interpretado
por Anthony Hopkins, es decir, una persona fría, hosca, que disfruta haciendo
daño y “lo saborea”; no tiene sentimientos de culpa y describe acciones violentas de forma minuciosa, sin que esto le
altere. Su patrón de conducta está presidido por el desprecio a los derechos de
los demás y el fracaso para adaptarse a las normas sociales. Nada más cierto
que lo que ocurre en la mayoría de los casos.
Thomas
Harris, autor de la novela en que se basó la mencionada cinta, seguramente
investigó los rasgos de esta personalidad desquiciada, puesto que la conducta
de “Lector” es fiel a la realidad: un psicópata es impulsivo, lo cual determina
que realice acciones agresivas inmediatas, “sobre la marcha” y con la urgencia
que demanda la necesidad de sentir placer, el placer de hacer daño a los demás.
La
agresividad también le distingue, toda vez que son comunes los ataques verbales
venenosos y ofensivos, o bien, los discursos provocadores, sin pasar por alto
la posibilidad siempre latente de la violencia física,
que en el filme se expresa cuando el desequilibrado “Hannibal” destroza la cara
del sujeto que se le enfrenta.
El
sociópata, como ya lo estableció el Dr. Apiquian Guitart, presenta ausencia de
sentimientos de culpa: no hay remordimientos, es indiferente al daño causado y
justifica su actuación con argumentos curiosos y ajenos a la normalidad, ya que
sus criterios éticos en nada coinciden con los que tiene la mayoría de la
población. Tal y como Enrique Peña Nieto, siendo gobernador del Estado de
México, justificó la represión contra habitantes de San Mateo Atenco.
¿Nacen o se hacen?
La pregunta
no es nueva y, debido a ello, podemos encontrar respuestas muy diversas. Por
ejemplo, Cesare Lombroso (1835-1909), un prestigiado antropólogo y psiquiatra
italiano, desarrolló a lo largo de su vida diversas investigaciones en torno a
la criminología y, dando pie a encendidas controversias, sostuvo la hipótesis
de que el criminal es fruto de una degeneración biológica.
Más aún,
estableció que los psicópatas poseen características corporales especiales:
mandíbula ancha y prominente, orejas alargadas, frente amplia, complexión
fuerte y robusta, agilidad física muy acusada, desarrollo sexual temprano e
intenso, y escasa sensibilidad a los estímulos táctiles. Hay que observar la
imagen de Enrique Peña Nieto.
El Dr.
Apiquian Guitart opina desde el punto de vista de la Psiquiatría actual que, en
primer término, “debemos considerar que la personalidad está formada por el
temperamento, que es con el que nacemos, y el carácter, que vamos formando
gracias a nuestras experiencias y a la educación que recibimos. Se ha visto que
en el origen del trastorno antisocial hay una parte orgánica, biológica, y ello
explica por qué estos sujetos tienden a transgredir las normas y a ser
abusivos”.
Asimismo,
los antisociales “tienen el lóbulo frontal (parte delantera del cerebro) mucho
más pequeño y con cierto daño, lo cual significa que hay una afectación directa
en el área neuronal que permite planificar, sin enjuiciar las cosas, el no
poder controlar nuestros impulsos y, obviamente, no tener capacidad para mediar
entre lo que es bueno y malo”.
No podemos
decir mucho sobre la parte genética, dice Apiquian Guitart, quien también es director
de Investigación del Grupo Médico Carracci (agrupación de profesionales
dedicados a la atención psiquiátrica y psicológica), pero se sospecha que puede
existir alguna anomalía en el llamado cromosoma X, y
ello origina las actitudes violentas.
Sin embargo,
“el factor de riesgo más común es tener padres con este
tipo de características. No es necesario que los progenitores cumplan con todos
los criterios para ser considerados con trastorno antisocial, pero es común que
presenten muchos problemas de conducta y se relacionen con el consumo y el
abuso de sustancias”, dice el analista.
Si bien es
cierto que los individuos antisociales empiezan a dar señales
de alarma a temprana edad porque son mentirosos, agresivos, peleoneros y con
problemas para adaptarse a la escuela, no se les puede
catalogar de psicópatas porque hay que observar los factores genéticos y el
entorno familiar en el que se desenvuelven.
El
diagnóstico, explica el entrevistado, se puede empezar a perfilar a partir de
los 15 años y se podría concretar al cumplir los 18, ya que es entonces que se
termina de conformar la personalidad. Por desgracia no hay forma de prevenir
esta condición, pero es factible disminuir su impacto. “Podemos hacer que un
chico no llegue a conformarse como un antisocial, lo cual se consigue a través
de una terapia que involucra a la familia, la escuela y su entorno, pero
siempre quedarán algunos rasgos”.
Este tratamiento debe darse a tiempo porque “cuando atendemos a
alguien que ya tiene el trastorno como tal, va a ser muy difícil que decida
someterse a terapia. El paciente no cree que lo que hace esté mal; él tiene ‘su
mundo’, sus reglas, y en ese contexto sus actos están justificados. No le ve
utilidad a cambiar su forma de ser”.
En
definitiva, “quien acepta la ayuda del especialista en Psiquiatría es un
paciente que no se encuentra tan afectado, y en tal
caso se le administran medicamentos que le ayudarán a modular su violencia o
agresividad. Sin embargo, hay que dejar bien claro que no existe un fármaco
para cambiar la personalidad”.
Abunda el
experto: “Aceptar una terapia depende en mucho del entorno familiar y,
desgraciadamente, es muy probable que el chico no sea atendido porque los
padres tienen los mismos rasgos y conductas, de modo que su comportamiento les
parece normal. Lo ideal sería tratar con estos pacientes desde la infancia o
adolescencia, porque alguien que ya tiene la enfermedad va a ser muy difícil
que la supere, a menos que su lóbulo frontal no esté tan dañado y que, por
enfrentar muchas adversidades legales, laborales o familiares, ‘toque fondo’,
quiera cambiar y sea receptivo con la ayuda”, asevera el psiquiatra.
Quizás a
estas alturas habrá descubierto que una persona cercana, tal vez un familiar,
responde a las características de un sociópata; por ello, es muy útil saber las
recomendaciones básicas que debemos observar si nos vemos en la necesidad de
convivir con alguien así.
El Dr.
Apiquian es claro: “La gente que conviva con un ser antisocial debe marcar muy
bien sus límites, decir ‘hasta aquí pasas’, ‘esto se hace y esto no’, y
normalmente el sujeto se alejará. Si usted trabaja con una persona así y le
pone ciertas reglas, entonces terminará yéndose, porque no se adapta a las
normas”.
En casa las
condiciones pueden ser un tanto distintas. “Si el enfermo es un hermano u otra
persona cercana, la familia negará el problema. Lo vemos mucho con la madre de
un delincuente (del PRI), que nunca piensan que su hijo puede ser un malhechor,
no lo cree y, al contrario, dice que es ‘niño bueno’”.
Cuando los
seres cercanos ponen límites, concluye, “la respuesta natural es que el sujeto
empiece a distanciarse. Hay que tenerlo claro: los psicópatas no tienen freno,
ni siquiera con sus familiares más cercanos; abusan y mienten porque no sienten
respeto ni interés por las reglas y la vida. No planean ni enjuician bien, y
esto los lleva a que no puedan visualizar el futuro ni medir las consecuencias.
Viven, buscando qué obtener de los demás”. Este es parte del cuadro psicológico
de Enrique Peña Nieto y el reflejo de un enfermo mental (al grado de propinar
dos golpizas a su mujer Angélica Rivera y mandarla al hospital). Este sujeto es
un verdadero peligro para México.