¿Por
qué la pobreza en México?
El
flagelo de la narco-política
Una
guerra que el gobierno “gringo” promueve para someter más a los mexicanos
Por:
Raymundo Trejo Córdoba
Felipe Calderón Hinojosa |
Hace
más de tres años el hombre que dirige desde Los Pinos los destinos de esta
nación declaró una guerra contra los cárteles mexicanos de la droga. Al paso
del tiempo los mexicanos habíamos aportado a esta guerra más de 150 mil
muertos, según cifras oficiales, un número incontable de heridos, varias de las
grandes ciudades del país (Ciudad Juárez, Chihuahua, Monterrey, Tampico,
Morelia, Estado de México, Veracruz, Culiacán, Mazatlán) viviendo bajo el miedo
y en virtual estado de sitio, regiones abandonadas por su habitantes, zonas
rurales que son tierra de nadie, carreteras federales intransitables, 17
estados de la República en crisis profunda de inseguridad, más de un millar de
quejas ante las comisiones de derechos humanos (y esas son las que se hacen
públicas, porque el miedo impide que se conozca más allá de la punta del
iceberg) por violaciones, secuestros, chantajes, cateos ilegales, robos y todo
tipo de abusos producidos por las fuerzas policiacas, el ejército y en menor
medida por la Marina, barrios urbanos y zonas industriales en los que no entran
inspectores de Hacienda o de salubridad, porque el narco es el Estado y el
dueño.
¿Cómo
se ha llegado hasta aquí? ¿Cómo puede detenerse esta inercia antes de que
México se desvanezca en medio del miedo y el terror en un holocausto repleto de
cabezas cortadas, tiroteos donde los ciudadanos inocentes son "bajas
colaterales", policías que entran a la casa rompiendo la puerta y se roban
el queso que hay sobre la mesa, cárceles donde impera la mafia y se tortura
sistemáticamente, declaraciones oficiales de avances y éxitos que ya ni los
niños de la gran burguesía urbana se creen, fábricas y talleres que cierran,
madres asesinadas por protestar por el asesinato de sus hijas?
Primera.
Calderón pactó el inicio de esta guerra con el presidente Bush, ni siquiera con
el entonces recién llegado Obama. Y la pactó en términos de ofrecerla en
bandeja. Y la pactó en condiciones absurdas. La guerra contra el narco no era,
no debería ser, una guerra mexicana, porque era, es en esencia, una guerra
estadunidense, generada por el mayor consumidor de droga a escala planetaria,
el que se producía dentro del territorio de Estados Unidos. Así, la propuesta
mexicana no debió haber pasado de una oferta de apoyo a una guerra que debería
librarse en territorio gringo, combatiendo las redes de distribución, las
estructuras financieras, controlando la frontera.
En
su territorio, no en el nuestro. Pero no fue así. En tres años no ha habido más
de media docena de operaciones importantes de aquel lado de la frontera,
mientras que de éste se ha desatado la más sangrienta de las confrontaciones
que hemos tenido los mexicanos desde la guerra cristera.
Segunda.
Al gobierno de Calderón le tomó un año pedir a los estadunidenses el control
del tráfico de armas, y desde que lo pidió no ha obtenido resultados. Según
cifras oficiales, cerca de 50 mil armas largas (ojo con esto de las cifras oficiales:
¿quién las contó?), municiones, lanzacohetes, ametralladoras pesadas, han
entrado a México para proporcionar a las mafias un poder de fuego muy superior
al de las fuerzas armadas. Hoy cualquier achichincle de un narco puede seguir
comprando municiones para un cuerno de chivo en una tlapalería en Houston. Las
balas que matan a mexicanos se venden alegremente en Estados Unidos, y ahí no
se hace nada.
Tercera.
Antes de iniciar una guerra, y no hay que leer a Sun Tzu o a Federico Engels
para saberlo, el Estado debería contar con una labor de inteligencia sólida.
¿Quiénes son? ¿Dónde están? ¿Cuáles son sus nexos? ¿Cómo es su estructura
financiera? Mil y un preguntas que necesitaban respuestas. Hoy sabemos que al
momento de iniciarse la guerra de Calderón contra el narco toda, o buena parte
de la estructura de inteligencia del Estado mexicano estaba en manos de
facciones del propio narco, que utilizando a jefes policiacos del más alto
nivel dirigieron las operaciones contra bandas rivales, agitando un avispero de
venganzas que parece no tener fin. ¿Qué tanto de su aparato policiaco trabajaba
para el enemigo? Directores de la policía, de las agencias contra el crimen
organizado, la SIEDO, comandantes de la AFI, subprocuradores, entre otras
autoridades. A la fecha, el Estado mexicano aún no lo sabe o no quiere saberlo.
A la fecha, la "inteligencia estatal" está filtrada, distorsionada,
fragmentada; resulta (sobre todo de la lectura de sus comunicados)
absolutamente incoherente.
George W. Bush |
Cuarta.
El sistema judicial está podrido. Lleva muchos, muchos años estándolo. Agentes
del Ministerio Público descalificados, jueces corruptos, ineficiencia absoluta
cuando no complicidad declarada con el crimen. Con una estructura como esa no
se podía ir a la guerra. ¿Cuántos delincuentes han sido dejados libres en estos
pasados tres años? ¿Cuántos han recibido condenas intrascendentes respecto de
la magnitud de sus crímenes? Pepe Reveles narraba el otro día en una mesa
redonda que los que le entregaban los cadáveres al Pozolero (y hablamos de más
de un centenar de muertos) pronto saldrán en libertad, porque el Ministerio
Público sólo pudo acusarlos de tenencia de armas y posesión de drogas a causa
de una investigación mal integrada. Reina un caos maligno, como habitualmente
reinaba en la justicia mexicana, paraíso del accidente y la casualidad. Vivimos
en un territorio de rezago de indagaciones, expedientes confusos, sin
investigación científica, ausencia de un banco nacional de huellas digitales,
inexistencia de un concentrado de la información de todas las agencias
policiacas del país ¿Cuántas veces hemos leído en la prensa que el detenido
había estado en la cárcel recientemente? ¿Quién lo soltó?
Quinta.
En la cárcel de Torreón la directora torturaba a los presos. En otra cárcel las
bandas tenían permiso para salir de noche para ejecutar rivales, en otras 10
prisiones se han producido fugas masivas. Hay denuncias sobre el control y los
privilegios que las mafias tienen sobre todas las prisiones, incluso las de
alta seguridad. Han sido despedidos más de una docena de directores de cárceles
en los meses recientes. ¿Ha cambiado la situación interna? Sin la previa
depuración del sistema carcelario, no se podía ir a la guerra.
Paquetes
de dólares
Sexta.
Conan Doyle en la boca de Sherlock Holmes solía decir que cuando una historia
no estaba clara “follow the money”, hay que seguir el dinero, el rastro
económico. El narcotráfico, como lo fue el contrabando de alcohol en Estados
Unidos durante la era de la prohibición, o el robo de coches en México, es un
negocio criminal, sigue reglas de un mercado semivisible, tiene inversiones,
está sujeto a la producción y la distribución. Una parte del dinero, millones
de millones de dólares, se moverá prosaicamente en paquetes de billetes verdes
envueltos en papel periódico y en maletas Samsonite, pero otra parte, quizá la
más importante, se convierte en inversiones, casas, automóviles de lujo,
oficinas, hoteles, tiendas, restaurante y otros negocios millonarios. En la era
de Caro Quintero una colonia en Ciudad Juárez llamada burlonamente
Disneylandia, estaba repleta de mansiones extravagantes: castillos de La
Cenicienta, mansiones californianas, material chafa de Las mil y una noches,
pagodas budistas. Todo el mundo en la ciudad sabía que era territorio del
narco. El dinero es visible. ¿Y la ruta, las rutas que descienden desde Estados
Unidos no lo son? El SAT está muy preocupado por cobrar los impuestos a
cualquier gringo que se descuide y ¿no es capaz de detectar los millones que
bajan desde el otro lado de la frontera? El gobierno mexicano ha puesto miles
de trabas bancarias a los ciudadanos para mover su dinero, pero no ha abierto
una macro investigación sobre las operaciones bancarias que acompañan este gran
dinero de las mafias. En los cientos de decomisos, cateos, detenciones, ¿no han
aparecido chequeras, cuentas bancarias, huellas y rastros? ¿Por qué no se habla
de esto nunca? ¿Por qué el gobierno mexicano no ha pedido a Estados Unidos
operaciones financieras que bloqueen el flujo de dinero al narcotráfico? Sin
una investigación financiera sólida y un pacto bilateral con los estadunidenses
para el bloqueo del dinero del narco, no se podía ir a la guerra.
Séptima.
Un convoy del Ejército en La Laguna se dirige a una cárcel de alta seguridad:
están transportando a un preso importante. Como no conocen la zona les han
puesto una patrulla de la policía local al frente y otra en la cola. Al llegar
a un semáforo la patrulla se detiene. Enciende y apaga las luces tres veces y
luego se fuga a 150 kilómetros por hora. La patrulla de la cola hace lo mismo
en reversa. De los callejones salen hombres armados que disparan contra los
militares. Las patrullas no han vuelto a aparecer en la escena pública, tampoco
los patrulleros, que se han desvanecido en esta gran nada informativa que es la
guerra de Calderón.
Entre
Monterrey y Tampico una caravana de camionetas de renta que regresaban de un
servicio son desviadas por la policía hacia una brecha, un camino rural. Al
final del tramo un grupo de zetas armados con ametralladoras los están
esperando. Los choferes serán torturados y robados. Hoy sabemos, gracias a las
declaraciones de los testigos protegidos, que durante años altos mandos de la
policía escoltaron los transportes de droga y protegieron como escoltas a los
capos. Pero no sólo la policía, las policías, muchos policías, actúan en
colaboración, apoyan, informan, protegen al narco, el Estado lo ha abastecido
de cuadros. Uno de cada tres detenidos, se puede leer día a día en los
periódicos, es un policía o un ex policía, un militar.
Barack Obama |
Hace
años en Tijuana pregunté al director de un diario por qué en días recientes se
habían matado a tiros entre ellos una docena de policías en un choque entre
bandas rivales. Me respondió que resulta más barato contratar a un poli que
entrenar a un sicario. ¿Cómo es posible que el Ejército Mexicano (y el
estadunidense) haya entrenado a un cuerpo entero de elite militar que luego se
pasa en bloque para constituir la esencia de Los Zetas. Si los mexicanos lo
sabíamos, si sabíamos que la delincuencia era policiaca en millares de casos,
¿no lo sabía el Estado mexicano? ¿Es posible ocultar cuando tu salario pasa de
15 mil pesos al mes a 250 mil? ¿Cuántas horas de investigación económica
resistiría un agente de la policía antes de descubrir que tiene seis casas en
fraccionamientos del estado de México? ¿Hay alguien en México que sepa
interpretar la lectura de un polígrafo, el vulgarmente llamado detector de
mentiras? ¿O el Estado mexicano no se atreve a usarlo ante el riesgo de que se
muestre que la mayoría de sus agentes mienten? ¿La mayoría? ¿10 por ciento? ¿90
por ciento? ¿Hay algún polígrafo funcionando en alguna dependencia policiaca
del país? ¿O se ha vendido para comprar refrescos y gansitos marínela en el
Oxxo más cercano? Todo nace de unas fuerzas del orden cuya moral está
pervertida.
Y
esta es una vieja historia mexicana, que adquiere su mayor nivel durante el
alemanismo. Su clave es la impunidad. Los mexicanos sabemos que históricamente
la policía y el Ejército no son una fuerza de orden sino una fuerza criminal
semilegalizada, represiva. Sabiéndolo el gobierno Calderón como debería saberlo
(no podemos presumir ese grado de estupidez que llegaría a lo inverosímil),
¿cómo se atrevió a lanzar una guerra contra el narco con ese material humano?
Una guerra que no sólo no se podía ganar, sino que ni siquiera podía empezarse
sin haber limpiado antes las fuerzas del orden. ¿Pero cómo limpiarlas sin
debilitar al mismo tiempo la esencia represiva del propio Estado mexicano? Un
general retirado me contaba que no tenía duda de que en el Ejército había un
centenar de capitanes y mayores honestos, pero que no estaban cerca de la toma
de decisiones. No se podía lanzar una guerra contra el narco con este material
humano. No hay posibilidad alguna de variar la situación mientras la moral
dominante en las "fuerzas del orden" sea la que hoy es.
Imágenes.
Cualquier ciudadano con un celular puede grabarlas, en la carretera de Tampico
a Matamoros circulan convoyes de cuatro o cinco camionetas negras, traen
pintado en el costado con spray las siglas CG, cártel de Golfo.
Empresas
que cobran protección
Octava.
Hoy el narco no sólo es una docena de grupos armados que controla una de las
más importantes fuentes económicas del país. Son empresas que cobran
protección, por ejemplo, a todos los comerciantes de Cancún. Son el control de
todos los vendedores ambulantes de Monterrey. Son la justicia en zonas enteras
de Michoacán donde La Familia reprime a maridos abusadores y deudores
perniciosos (léanse las notas de Arturo Cano en La Jornada). Son los controles
en carreteras federales que cobran peajes. Son los que le ofrecieron (y le
cumplieron) a un restaurantero en Ciudad Juárez que si pagaba protección, no
más inspectores de salubridad ni requerimientos de Hacienda. Son los
controladores de la red de tráfico humano y secuestros más grande del planeta.
Son los que ofrecen empleo bien pagado a millares de jóvenes de las pandillas
de las zonas fronterizas. Son en una parte muy grande nuestro país, el nuevo
Estado. Y un Estado que sustituye a otro Estado basado en el abuso, la
corrupción. Un mecánico de banqueta en Chihuahua paga al narco 200 pesos a la
semana por el uso de la acera, antes le pagaba de mordida 300 a la policía. Tal
para cual. ¿Por qué habría de estar en la cárcel un capo si no lo está el que
cometió un fraude electoral que robó a la nación su destino, ni lo está el que
con su modesto salario de funcionario compró tres castillos en Francia?
Mientras el Estado mexicano no pueda garantizar a sus ciudadanos una relación
honesta no se puede librar una guerra contra el narco.
Mensaje
para el Presidente de la Republica saliente y entrante.
Hasta
cuando los mexicanos vamos a seguir pagando su guerra innecesaria, hasta cuando
vamos a ver lo que usted prometió en su campaña lo mexicanos decimos “YA BASTA
POR FAVOR” queremos un crecimiento real
en la economía del país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario